Esta fecha nos llama a
conmemorar lo trascendente para nuestra identidad como trabajadores, destacando
que a la historia la hacemos entre todos, que los hechos históricos no han
surgido de la nada sino de acciones de personas y de organizaciones, de ideales
y de utopías.
Un 1° de Mayo de 1886 se concretaba una huelga en la mayoría de los
estados norteamericanos; su principal demanda era la jornada laboral de 8
hs, por la que venían batallando desde 1829 en EEUU; en varios países capitalistas
se había logrado algún tipo de legislación favorable pero en los hechos ésta no
se aplicaba.
El conflicto, que ganó las calles en las principales ciudades
industriales con la consigna “ocho
horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa”,
se extendió durante tres días; el tercer día la policía disparó a
quemarropa sobre una manifestación produciendo 6 muertos y varias decenas de
heridos. Frente a este hecho, las revueltas se multiplicaban y en
Haymarket murió un policía; el cuarto día se declaró el Estado de Sitio y
se encarceló a centenares de trabajadores, que fueron golpeados y
torturados, acusados de haber asesinado al policía.
Tres años después de la “Masacre de Chicago”, en 1889 una organización
de trabajadores de muchos países, la Segunda Internacional, declaró al 1° de
Mayo como el “Día Internacional de los Trabajadores”, reivindicándolo como una
jornada de lucha. Los trabajadores reconocían que sus luchas y sus causas eran
las mismas.
Por una parte, el 1 de Mayo de 1853 se sancionó la
Constitución Nacional Argentina. Ella nos
recuerda que nuestra Patria se gestó no solamente en los campos de batalla,
sino también como resultado de estudios, investigaciones, debates y consensos
que se plasmaron en aquella histórica Convención Constituyente de 1853.
Esta Constitución, en su
artículo 14 bis, la que dice que el trabajo, en sus diversas formas, gozará de
la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador condiciones dignas
y retribución justa, entre otras cosas Asimismo, hoy es un día para reconocer la existencia de innumerables actividades se ven expuesta ante la
situación de pandemia de atraviesa a mundo entero, que son de esencial
relevancia y tienen grandes implicancias en términos del bienestar para todos
los ciudadanos con esperanza de un futuro mejor.
Hoy también conmemoramos a San
José Obrero, patrono de los trabajadores, fecha que coincide con el Día Mundial
del Trabajo. Esta celebración litúrgica fue instituida en 1955 por el Papa Pío XII, ante un grupo de obreros reunidos en la Plaza de San Pedro
en el Vaticano.
Sabemos
que José era un obrero y que Jesús era conocido como el “hijo del carpintero de
Nazaret”. Por eso el papa León XIII proclamó a San José el “patrono de los
obreros”.
Somos testigos de la realidad nos toca vivir, de
que muchos de nuestros hermanos forman parte del sistema laboral precario o del
desempleo Esta realidad nos interpela como cristianos: la defensa del trabajo
digno, forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia que debe
realizarse desde la motivación, la oración y el acompañamiento, al estilo de
Jesús, dando la Buena Noticia de esperanza para quienes hoy perciben y
experimentan un futuro sin horizontes y sin sentido.
Hoy más que nunca brindemos nuestros aplausos y
oraciones a aquellos trabajadores y profesionales que desarrollan su grandiosa
laboral.