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lunes, 15 de junio de 2020




Efemérides. 17 de junio. Paso a la inmortalidad del General Martín Miguel de Güemes.

¿Por qué hoy, 15 de junio, es feriado? 

En nuestro país, los feriados inamovibles y los feriados trasladables se rigen por la Ley 27.399, sancionada por el Congreso en 2017. De este modo, la fecha conmemorativa corresponde al 17 de junio, pero se adelanta al día de hoy para cumplir con lo que se indica en la ley mencionada anteriormente. 


17 de junio

Conmemoración del fallecimiento del General Martín Miguel de Güemes


El 7 de junio de 1821 las fuerzas realistas que todavía combatían en el territorio entraron en la ciudad de Salta e hirieron de muerte al General Martín Miguel de Güemes, quien con sus gauchos había defendido la frontera norte de múltiples invasiones españolas. San Martín destacó sus esfuerzos: “Los gauchos de Salta solos están haciendo al enemigo una guerra de recursos tan terrible que lo han obligado a desprenderse de una división con el solo objeto de extraer mulas y ganado”. Güemes moriría diez días más tarde, el 17 de junio de 1821 en la Cañada de la Horqueta. Para recordarlo, les presentamos a continuación unas palabras alusivas a la fecha.


Don Martín Miguel de Güemes había sido el mural en que se estrellaron los realistas en sus varias invasiones por el norte. Los gauchos de Salta, a sus órdenes, habían salvado la causa de la revolución en 1816, dando nervio a las deliberaciones del Congreso reunido en Tucumán, y en 1819, después de la retirada del ejército del general Belgrano. Por el contrario, don Bernabé Aráoz había comprometido esa causa cuando los realistas se hallaban en las fronteras del norte... Güemes veía en Aráoz un peligro igual o mayor al que le amenazaba de parte de los realistas. No sólo le negó siempre todo auxilio en la guerra que con sus solos recursos sostenía Güemes contra los realistas, sino que trabajó por derrocarlo del gobierno de Salta.


Cuando el General San _Martín lo nombró jefe del ejercito de observación que debía entrar en el Alto Perú y cooperar a la expedición de Lima, Güemes solicitó nuevamente auxilio a Aráoz, pero este se negó. Entonces Güemes se puso de acuerdo con el coronel don Felipe Ibarra que acababa de ser nombrado gobernador de la nueva provincia de Santiago del Estero, y con el coronel Heredia que pretendía el gobierno de Tucumán, para destruir a Aráoz que a su vez trabajaba abiertamente para reconcentrar en sus manos el poder de las provincias del norte. Mientras Güemes se lanzaba a esta campaña, el general realista Olañeta llevaba una octava invasión a Salta, al frente de dos mil soldados. Olañeta se fue sobre Jujuy en abril de 1821 y adelantó su vanguardia a las órdenes del coronel Marquiegui. El gobernador delegado de Güemes, don José Ignacio de Gorriti, le salió al encuentro con una división de gauchos milicianos, y después de algunos combates parciales rindió a discreción dicha vanguardia en la Quebrada de Humahuaca tomando entre los prisioneros al mismo Marquiegui.

Simultáneamente, Güemes era derrotado por Aráoz y sus adversarios de Salta, de acuerdo con este último, aprovechaban el momento para deponerlo del mando. Al efecto convocaron al pueblo a cabildo abierto el día 24 de mayo de 1821; leyeron un manifiesto sobre “la execrable conducta del gobernante”, y declararon que cesaba la guerra con Tucumán. En reemplazo de Güemes se nombró gobernador a don Saturnino Saravia y comandante general de milicias al coronel Antonio Fernández Cornejo. Cuando Güemes supo esto dejó la campaña donde reunía nuevas fuerzas y se dirigió con una pequeña escolta a la ciudad de Salta. El vecindario armado y algunos escuadrones de gauchos lo esperaron en línea de batalla, en el campo de Castañares. Fiado en el prestigio de su presencia, y como si todo ese aparato no tuviera más objeto que el de dedicarle una ovación, Güemes avanzó sobre sus gauchos. Los nobles gauchos, habituados a vencer a los realistas bajo las órdenes de su jefe, levantaron las armas al grito de “¡Viva Güemes!” y la ovación lo acompañó hasta la ciudad, mientras los revolucionarios corrían a ocultarse.


En persecución del plan combinado con los aristócratas que mantenían la política reaccionaria de la revolución argentina, el general Olañeta había despedido al Coronel Valdez para que se internase con 800 hombres en las ásperas serranías de Tacones; y para que, descendiendo por un despeñadero peligroso que hay como a quince minutos de la ciudad de Salta, la ocupase por la noche. Olañeta se movía entre tanto con el grueso de su ejército hacia Oruro, para volver sobre la marcha oportunamente, llegar hasta la misma quebrada de Humahuaca y acabar de efectuar la ocupación. 


Valdez verificó esta atrevida operación sin ser sentido. En la media noche del 7 de junio de 1821 sus partidas llegaban a la plaza de Salta. Güemes había bajado de su campamento a la ciudad y descansaba a esa misma hora en la casa de su hermana doña Magdalena. Uno de sus ayudantes cruzó la plaza. La partida realista le dio el “¿Quién vive?, y al responderle: “¡La Patria!”, le hicieron fuego. Al ruido de las detonaciones, Güemes montó a caballo y se dirigió a la plaza seguido de su escolta. Un otro “¿Quién vive?”, lo detuvo, y en pos de su respuesta, “¡La patria!”, hiciéronle una fuerte descarga. Güemes se retiró para ganar la campaña, pero otra partida realista que venía a sus espaldas, le hizo una nueva descarga, la cual le alcanzó; y sus fieles soldados lo condujeron al campamento del Chamical donde murió pocos días después.


Así perdió su vida quien batalló sin cesar por la independencia de su patria, con los recursos que él solo buscaba y sin recibir otros estímulos que los de Belgrano, que lo amaba, y los de San Martín, cuya mirada de águila lo alcanzaba, donde quiera que se alzase para vencer en la lucha más grande que se ha suscitado en nuestro país.


Vivir como vició Güemes, de las grandiosas palpitaciones de su patria, y morir por ella después de consagrarle todos sus afanes, es una virtud envidiable que atenúa todos los errores caídos en esa peregrinación de gloria imperecedera.


La posteridad le ha hecho justicia. El general Paz, tan exacto y severo en sus juicios, como parco en elogios, dice que “bajo el mando de Güemes la heroica provincia de Salta fue un baluarte incontrastable de la República toda. Esos gauchos con pequeñísima disciplina resistieron victoriosamente a los aguerridos ejércitos españoles. Pezuela, Serna, Canterac, Ramírez, Valdez, Olañeta y otros afamados generales españoles intentaron vanamente sojuzgarlos. Si Güemes cometió grandes errores, sus enemigos domésticos nos fuerzan a correr un velo sobre ellos, para no ver sino al campeón de nuestra Independencia y al mártir de la patria.”