CAMINEMOS JUNTO A MARÍA
"NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO"
El Rosario
Entre las devociones con que el pueblo cristiano honra a la Virgen María sobresale el santo rosario; es la principal de las devociones marianas. Pero es mucho más que eso, como recordaba el Papa Juan Pablo II: "El Rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología. En la sobriedad de sus partes, concentra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual es como un compendio" (Carta Apostólica. Rosarium Virginis Mariae).
El rosario tiene una base escriturística amplia y sólida: sus misterios y
sus oraciones están tomados de textos bíblicos. Esta oración es un resumen del
Nuevo testamento. Difícilmente se puede encontrar una síntesis más armónica de
oración mental y vocal que el rosario; en él se ora con los labios, se medita
con la mente y se ama con el corazón. La historia de la salvación está
perfectamente presentada en sus momentos culminantes en los misterios del
rosario.
El Rosario es para la Orden de Santo Domingo una plegaria que late al
ritmo de nuestro carisma definido en cierta manera como" contemplar y dar
a los demás el fruto de la contemplación" [cf. Summa Theologim, II-II, q.
188, a. 6, c.].
La Orden de Predicadores ha querido propagar de modo especial el Santo
Rosario a través de los siglos. La piedad popular, en efecto, reconoce en Santo
Domingo el "fundador" del Rosario y el arte cristiano así lo
representa desde hace siglos recibiendo el Rosario de manos de Santa María
Virgen.
Las Cofradías del Rosario
En 1470 el dominico fr. Alain de la Roche ‒o Alano de Rupe‒ (1428-1475),
funda en Douai (ciudad del norte de Francia, cercana a la zona renana) la
Cofradía del Salterio de la Gloriosa Virgen María. Sus principales objetivos
eran: difundir la devoción al Rosario, crear un ambiente de espiritualidad
mariana entre sus cofrades y pedir la intercesión de la Virgen. Pues bien,
inspirado en Alain de la Roche, el prior de los dominicos de Colonia (ciudad
situada en la zona renana) creó en 1475 la primera Cofradía del Rosario. Ésta
tuvo tanto éxito entre el pueblo fiel y las autoridades civiles y
eclesiásticas, que rápidamente comenzaron a fundarse Cofradías del Rosario en
otros conventos dominicos, pasando a ser responsabilidad de la Curia
Generalicia de la Orden de Predicadores (Roma) en 1485. Desde entonces serán
los dominicos los grandes difusores del Rosario, aunque también lo hicieron
muchos otros religiosos, laicos y sacerdotes.
Tratando de integrar el rezo del Rosario en la espiritualidad dominicana,
en esta época comienza a identificarse a santo Domingo con el Rosario. Y,
pasado el tiempo, surgió la conocida tradición de que la Virgen María entregó a
este santo un rosario, pidiéndole que propagara esta oración por el mundo
entero; considerando así a santo Domingo el fundador del Rosario.
Con todo nuestro ser
Cuando uno está en compañía de su Madre, disfruta de ese momento con toda
su persona, con todo su ser. Ponemos en ella nuestros sentidos, nuestra mente y
nuestro corazón.
Eso pasa precisamente cuando rezamos el Rosario: toda nuestra persona ora junto a María.
Corazón
Lo más importante en la oración, obviamente, es el amor. Es él quien nos lleva
más cerca de Dios. Con el amor podemos alcanzar la «unión con Dios», una
relación tan intima que nos hace decir, como san Pablo: «No vivo yo, es Cristo
quien vive en mí» (Gal 2,20).
El corazón es muy importante en María. Todos los recuerdos de su Hijo los
guarda en él cuidadosamente (cf. Lc 2,51). ¡Cuánto ama a su Hijo…! Cuando Jesús
dejó su casa para predicar el Reino, se llevó con Él el amor de su Madre.
Al rezar el Rosario, hemos de sintonizar afectivamente con María, pues
ella nos ama de todo corazón. Y nuestro corazón ha de latir acompasadamente con
el suyo. Hemos de coger su paso. Así, el corazón de María nos encamina al
corazón de Cristo.
El «Dios te salve, María…» ha de salir de lo más profundo de nuestro ser.
El Rosario nos ofrece un tiempo meditativo. Para reflexionar. Para
pensar.
Podemos reflexionar sobre lo que decimos en cada Ave María o
Padrenuestro. Pero sobre todo es un tiempo para meditar los misterios de la vida
de Jesús. Y María nos ayuda a ello. No es lo mismo verlos con nuestros ojos,
que contemplarlos con los ojos de una Madre. ¡Cuánto se aprende cuando ella nos
ayuda a comprender!
Y reflexionando sobre cada misterio, podemos interiorizar lo que en ese
momento concreto nos dice Jesús.
A veces, ciertamente, sentimos que Jesús no nos dice nada concreto.
Entonces, simplemente, gocemos en silencio de su presencia en nuestro corazón,
sin forzar nada. El fin del Rosario no es aprender, sino estar con Jesús y su
Madre.
El Rosario es una de las pocas oraciones que «se tocan»: rezamos pasando
cuidadosamente las cuentas.
El contacto con el rosario es tremendamente afectivo. Los misioneros,
cuando se hallaban en peligro, se agarraban al rosario como el niño se agarra a
la mano de su Madre. Y así se sentían protegidos y acompañados.
Recordemos cómo la «hemorroisa» queda curada con solo tocar a Jesús (cf.
Mc 5,21-34). Con el tacto también se ora. Pasando las cuentas del rosario,
nuestro cuerpo participa activamente en la oración.
Y no olvidemos que besamos el Crucifijo al acabar de rezar el Rosario. El
beso es, quizás, el gesto de amor más tierno.
Cuando rezamos el Rosario comunitariamente o en familia, también lo
oímos. ¡Qué importante es saber rezar el Rosario a buen ritmo! La cantinela con
la que las personas mayores lo rezan en las iglesias, les ayuda a hacerlo con
un solo corazón y una sola alma.
Y el Rosario se ve. A algunos les gusta rezarlo arrodillados o sentados, mientras lo contemplan entre sus manos.
Conclusión
El Rosario es una oración válida para cualquier tipo de persona. Si es
muy reflexiva: le ofrece mucho en lo que pensar. Si es más bien afectiva: María
y su Hijo son todo corazón. Y si, como la «hemorroísa», le gusta emplear sus
sentidos: el Rosario se toca, se oye y se ve.
Pero lo importante no es cómo se reza, sino rezarlo, y caminar así junto
a nuestra Madre por el camino de la salvación.
Fr. Julián de Cos, o.p.
UN RATO DE ORACIÓN PARA QUEDARTE EN…
“CASA CON MARÍA Y EN FAMILIA”
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