“DONDE ESTÁ EL ESPÍRITU DEL SEÑOR, ALLÍ ESTÁ LA LIBERTAD” 2 COR. 3, 17
Te propongo leer el mensaje del Papa Francisco, analizarlo y realizar una reflexión, que tenga en cuenta, primero tu situación personal y segundo el contexto social en el que vivimos.
Fecha de entrega: 09/06/20; Gmail: munozhdario@gmail.com
“El Espíritu Santo es la unidad que reúne a la
diversidad”
El Papa en su homilía en la Misa en la Solemnidad de Pentecostés, pide
al Espíritu Santo, que nos libre de la parálisis del egoísmo y encienda en
nosotros el deseo de servir, de hacer el bien. Porque como dijo, lo peor de
esta crisis es desaprovecharla, encerrándonos en nosotros mismos. “Debemos ser
constructores de unidad, para llegar a ser una sola familia”.
“«Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu», escribe el
apóstol Pablo a los corintios; y continúa diciendo: «Hay diversidad de
ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un
mismo Dios». Diversidad-unidad: San Pablo insiste en juntar dos palabras que
parecen contraponerse. Quiere indicarnos que el Espíritu Santo es la unidad que
reúne a la diversidad; y que la Iglesia nació así: nosotros, diversos, unidos
por el Espíritu Santo”.
Con estas palabras, el Papa Francisco explicó en la homilía, en la
misa por la celebración de la Solemnidad de Pentecostés, que, así como los
apóstoles eran diversos entre ellos, sin embargo, formaron “un solo pueblo: el
pueblo de Dios, plasmado por el Espíritu, que entreteje la unidad con nuestra
diversidad, y da armonía, porque el Espíritu, es armonía, dijo el Papa. El
Espíritu es la unidad que reúne a la diversidad. Jesús no cambió a los
apóstoles, no los uniformó, ni convirtió en ejemplares producidos en serie.
Jesús dejó las diferencias que caracterizaban a cada uno de ellos: los
pescadores, quien era gente sencilla, quien recaudador de impuestos.
Había dejado sus diferencias y, ahora, expresó Francisco, ungiéndolos
con el Espíritu Santo, los une. La unión se realiza con la unción. En
Pentecostés los Apóstoles comprendieron la fuerza unificadora del Espíritu.
Alcanzar la unidad por el Espíritu Santo
Y hoy día, se preguntó el Santo Padre, nosotros en medio de nuestras
diferencias: de opinión, de elección, de sensibilidad. El Papa nos pide que no
caigamos en la tentación de querer defender a capa y espada las propias ideas,
considerándolas válidas para todos, y en llevarnos bien sólo con aquellos que
piensan igual que nosotros. Esta es una fe, manifestó, construida a nuestra
imagen y no es lo que el Espíritu quiere. La humanidad, dentro de las
diferencias, alcanza la unidad por el Espíritu Santo, porque, como dijo
Francisco, el Espíritu Santo nos recuerda que, ante todo, somos hijos amados de
Dios.
“El Espíritu desciende sobre nosotros, a pesar de todas nuestras
diferencias y miserias, para manifestarnos que tenemos un solo Señor, Jesús, y
un solo Padre, y que por esta razón somos hermanos y hermanas. Empecemos de
nuevo desde aquí, miremos a la Iglesia como la mira el Espíritu, no como la
mira el mundo”.
El secreto de la unidad: donarse
La mirada mundana, dijo el Pontífice, ve estructuras que hay que hacer
más eficientes; la mirada espiritual ve hermanos y hermanas mendigos de
misericordia. El Espíritu nos ama y conoce el lugar que cada uno tiene en el
conjunto: para Él no somos confeti llevado por el viento, sino teselas irremplazables
de su mosaico. El día de Pentecostés, en la primera obra de la Iglesia: el
anuncio, los Apóstoles salen a proclamar el Evangelio, sin ninguna estrategia
ni plan pastoral. Se lanzan, dijo el Papa, corriendo riesgos, poco preparados, salen
con el solo deseo que les anima: dar lo que han recibido. Porque es ese el
secreto de la unidad, y del Espíritu, donarse.
“Porque Él es don, vive donándose a sí mismo y de esta manera nos
mantiene unidos, haciéndonos partícipes del mismo don. Es importante creer que
Dios es don, que no actúa tomando, sino dando. ¿Por qué es importante? Porque
nuestra forma de ser creyentes depende de cómo entendemos a Dios. Si tenemos en
mente a un Dios que arrebata y se impone, también nosotros quisiéramos
arrebatar e imponernos: ocupando espacios, reclamando relevancia, buscando
poder. Pero si tenemos en el corazón a un Dios que es don, todo cambia. Si nos
damos cuenta de que lo que somos es un don suyo, gratuito e inmerecido,
entonces también a nosotros nos gustaría hacer de nuestra vida un don”.
Examinar nuestro corazón
El Papa pide a cada uno de nosotros, que examinemos que nos impide
darnos al otro, si dentro de nosotros tenemos a los “tres enemigos del don”: el
narcisismo, el victimismo y el pesimismo.
El narcisismo, que lleva a la idolatría de sí mismo y a buscar sólo el
propio beneficio. Y en esta pandemia que el mundo sufre, duele ver en la
humanidad el narcisismo, gente que se preocupa de sus propias necesidades, que
es indiferente a las de los demás, que no admite las propias fragilidades y
errores.
El victimismo, es peligroso, dijo Francisco. El victimista está
siempre quejándose de los demás: “Nadie me entiende, nadie me ayuda, nadie me
ama, ¡están todos contra mí!”. Y al
respecto, en el drama que vive actualmente la humanidad, que grave es el
victimismo, exclamó el Papa, pensar que no hay nadie que nos entienda y sienta
lo que vivimos. Y el pesimista que “arremete contra el mundo entero, pero
permanece apático y piensa: “Mientras tanto, ¿de qué sirve darse? Es inútil”. Y
así, en el gran esfuerzo que supone comenzar de nuevo, qué dañino es el
pesimismo, ver todo negro y repetir que nada volverá a ser como antes”.
El pesimista, es quien piensa que ya no hay esperanza, y hoy día dijo
por último el Papa Francisco, nos encontramos ante una carestía de esperanza y
necesitamos valorar el don de la vida, el don que es cada uno de nosotros. Por
esta razón, necesitamos el Espíritu Santo, don de Dios que nos cura del
narcisismo, del victimismo y del pesimismo.
#YOMEQUEDOENCASA