FORMACIÓN
ÉTICA Y CIUDADANA 4 A
Fecha de
entrega viernes 27/03/20, el trabajo se realiza en la carpeta.
Analiza,
reflexiona y responde.
El ser
humano como ser político
Claudia
Korol
Nacer es un
acto político. Es el primer gesto de curiosidad y de autonomía frente al mundo
pre-establecido al que llegamos.
No me refiero al nacimiento biológico, sino a ese momento en que en
relación con la comunidad, el ser que ha salido del vientre de una mujer
comienza a humanizarse, a socializarse, a crear vínculos que constituyen sus
deseos, sus prácticas, sus ideas y creencias, sus proyectos individuales y
colectivos. Se puede asumir como hijo o hija, cuando una mujer se asume como
madre o un varón como padre (con independencia de haberlo o haberla gestado).
Se asume como ser humano cuando se reconoce en la comunidad que lo recibe, y en
ella comparte y crea identidad, lenguaje, usos y costumbres, cultura.
Es en la vida cotidiana donde se producen los gestos políticos que
organizan estas relaciones. Serán experiencias de subordinación o de libertad,
de competencia o de cooperación, de domesticación o de rebeldía. Será la
familia la institución primaria que reglamente una manera de humanizarse o será
la comunidad. Será la pertenencia a un pueblo invadido, como quienes nacen
políticamente en el contexto actual de Irak. Será la indignación de quienes en
el corazón de EEUU rechazan la pertenencia a la cultura hegemónica. Será la
experiencia de quienes nacen en el seno de los pueblos originarios de Nuestra
América, avasallados por el saqueo y el genocidio colonial y neocolonial. O
será la alienación de quienes encuentren su identidad en el espejo con los
opresores...
No será lo mismo socializarse como mujer que como hombre, como
heterosexual o como travesti, lesbiana o gay, como blanco o como negro o
indígena.
Cada identidad asumida en el proceso de nacer como personas es un acto
político, seamos o no concientes de esta dimensión fundante de nuestra subjetividad.
Estemos o no claras y claros de aquel momento que Bertold Brecht llamó
«alfabetización política».
Es tan político asumir la domesticación que desde el poder se ejerce
para generar la ficción homogeneizante, alrededor de un patrón cultural
burgués, imperialista, racista, xenófobo, patriarcal, guerrerista, como
sublevarse frente a esa hegemonía. Es político reproducir el consenso
conservador transformado en «sentido común», y también cuestionar desde una
pedagogía emancipatoria la trama en la que la dominación busca perpetuarse, al
tiempo que se ejercen búsquedas de creación de nuevos sentidos.
En esta perspectiva, ser humanos o humanas significa ubicarnos en el
conjunto de las relaciones sociales, de manera que reproduzcamos la cultura que
oprime y disciplina los cuerpos, ideas y deseos, o que promovamos con nuestras
vidas la emancipación colectiva e individual, la anticipación en nuestras
prácticas del reino de la libertad en este mundo. Significa también una actitud
frente a la naturaleza, que reproduzca la lógica depredadora y desintegradora
que se reconoce en el concepto de «explotación», o desafiar la creatividad
inventando una manera de vivir en el mundo que permita establecer relaciones de
intercambio con el ambiente en el que nacemos y crecemos, evitando los riesgos
ya evidentes de su destrucción, o de tornarlo inhabitable para la especie
humana.
En los últimos años, distintos procesos han concurrido para la
enajenación de la política en los movimientos populares. Su deslegitimación es
tal, que resulta «políticamente conveniente» llenar las listas electorales con
artistas, deportistas, vedettes, humoristas, que intentan convencernos que «no
son políticos», sino que su compromiso está «con la gente». Concurren ahí
diversos factores, como la derrota de los proyectos revolucionarios de los años
60 y 70, y la mutilación de generaciones enteras de luchadores sociales
realizada por las dictaduras; el descrédito de las izquierdas, producido ante
el derrumbe del llamado campo socialista; la fuerza que en los años 80 cobró la
contrarrevolución conservadora y las prédicas del «fin de la historia»; y
también, en los 90, las políticas de financiadoras y ONGs, que invirtieron
demasiados recursos en «capacitaciones», dirigidas a los «nuevos movimientos
sociales» (a los que se nombró así para diferenciarlos teórica y prácticamente
de los históricos movimientos populares y/o clasistas), que tienen como
objetivo promover una fractura entre sus demandas específicas, y la posibilidad
de que las mismas se articulen en proyectos anticapitalistas y/o socialistas.
En el marco de las políticas neoliberales que condujeron a estos
movimientos a garantizar día a día la sobrevivencia, estableciendo una cultura
de pragmatismo e inmediatismo, se realizó la operación ideológica de
despolitización de los movimientos, mientras se producía simultáneamente la
monopolización del ejercicio de la política en los reducidos círculos del poder
mundial y de los poderes locales.
«Lo personal es político», dijeron hace ya varias décadas las feministas.
Tal vez el momento que vive América Latina, nos permita avanzar en la
recuperación no sólo de las dimensiones políticas de la resistencia, sino
también en la profundización de la conciencia, a partir del ejercicio de nuevos
vínculos que hagan del nacimiento, del crecimiento, e incluso de la muerte, no
determinaciones de la naturaleza, sino gestos culturales de práctica de la
libertad. Procesos cotidianos de creación de autonomía, de constitución de
sujetos individuales y colectivos, protagonistas de su propia historia.
El nacimiento de los seres humanos como seres políticos, no es sin
embargo un proceso espontáneo. Es posible desde una praxis que confronte, de
manera sistemática, todas las formas de ejercicio de la dominación: desde la
explotación del capital trasnacional, hasta las maneras en que el patriarcado
naturaliza el disciplinamiento de la mayor parte de la humanidad. Desde las
guerras de rapiña del imperialismo, hasta el autoritarismo adultocéntrico que
reserva a las y los jóvenes el lugar de personas inacabadas, que deben quedar
en la sala de espera de un mundo organizado por generaciones precedentes, y que
condena a los ancianos y ancianas al lugar de seres descartables. Razones que
no se fundan más que en una lógica basada en la obtención de máxima ganancia, en
la transformación de la vida en mercancía.
Nuestra humanización requiere la desmercantilización de las relaciones
sociales, la democratización de los vínculos, la descolonización cultural. Y
esto significa, una vez más, una alfabetización política, que permita
«desnaturalizar» las modalidades encubridoras de la explotación del capital y
de la dominación patriarcal, que se refuerzan mutuamente en procesos como la
transformación de la fuerza de trabajo en mercancía, del cuerpo de las mujeres
en mercancía, de las tierras y de las aguas en mercancía, de la vida en
mercancía. Recuperar la vida humana, como vida política, implica desafiar
también las marcas y cicatrices que la colonización cultural deja y recrea en
nuestras subjetividades, como el racismo, el culto a las jerarquías, la
dependencia ideológica de las ideas del llamado Primer Mundo, la fetichización
de la propiedad que nos fue enajenada históricamente en sucesivos saqueos,
todos amparados por la impunidad de los antiguos y de los nuevos genocidas.
Los movimientos populares crean y recrean modalidades de diálogo, de
acción, de prácticas, que abarcan las relaciones interpersonales, grupales, y
de cada movimiento con otros espacios de la sociedad. Las maneras en que éstas
se establecen anticipan el mundo que se está soñando crear. Si la corrupción y
el autoritarismo, la violencia y la intolerancia, son consistentes con las
políticas hegemónicas del capital, la reproducción de estas modalidades en el
seno de los movimientos, no hace sino colapsar la capacidad de proyectar en la
subjetividad y en el imaginario del pueblo, las posibilidades de una nueva
sociedad.
El «hombre nuevo», que intentó crear el Che con su propia vida, o la
«nueva mujer», encarnan los valores y actitudes opuestos a los del tipo de hombres
y de mujeres que reproducen la cultura capitalista: egoístas, consumistas,
individualistas.
Nacer hombres nuevos y mujeres nuevas, no como consignas, sino como
revolución permanente, es un desafío actual de la «pedagogía de la esperanza y
de la autonomía», como nombrara Paulo Freire a la educación popular. Nacer sin
apuros pero de manera sostenida nuevas organizaciones y nuevas sociedades, es
una tarea de este tiempo. Los Pueblos crearán en este camino una política, una
manera de ser humanos y humanas en la que se enamoren las palabras y los actos,
los valores y las conductas, los deseos y las realizaciones, las esperanzas y
la dura batalla cotidiana de sobrevivencia, la teoría y la práctica, las
ciencias y las pasiones.
«Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario
verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor”, escribió el Che en
1965. Tal vez de ese encuentro del amor y la política, nazcan nuevos hombres y
mujeres... que tengan mayor capacidad subversiva frente a las opresiones, una
curiosidad sin límites en el conocimiento, una indignación más sincera frente a
cada injusticia, y una entrega solidaria que invite a que otros muchos hombres
y mujeres, se atrevan a nacer, no en el mundo pre-establecido, sino en el mundo
nuevo que estaremos inventando.
1) Realiza una breve síntesis del texto leído.
2) Cuál es la idea que transmite el autor del texto?
3) Busca el concepto o definición de política y relaciónalo con el
texto analizado.
4) Investiga los sentidos en que puede utilizarse el término política.
mail a disposición para toda consulta: munozhdario@gmail.com